LOS ANHELOS DE JESUS
Los
anhelos de Jesús. Mensaje de Ntro. Señor Jesucristo a la Beata Concepción
Cabrera de Armida
(C.C. 51,  50 – 59; 1 marzo 1928)
“¡Si lo
que pido es tan natural! Que no llame la atención ese santo anhelo de  Mi
alma, el de la consumación de la transformación en Mí de los sacerdotes, de esa
unión transformante en Mí.
¡Si ya en
cierto sentido estaban transformados! Es decir: al recibir las órdenes, Mis
sacerdotes reciben el germen de esa insigne gracia. Si se penetran las palabras
y las oraciones de la ordenación sacerdotal, se verá cómo ahí comienza esa
transformación del sacerdote, porque se le da el poder y de ser Yo mismo en las
Misas, en las confesiones y demás sacramentos en donde Me representan.
¿Acaso no
son otros Yo los sacerdotes consagrados por Mi Padre, por Mi Iglesia y ungidos
por el Espíritu Santo? No es una novedad que Yo pida esa transformación.
¿Y saben
por qué la pido?  Porque muchos de Mis sacerdotes la olvidan; es decir,
porque no la viven, no la tienen en cuenta, sino a lo más muy someramente, muy
superficialmente, y solo en el ejercicio de su ministerio; ¡y muchas veces ni
entonces!
Y Yo
quiero que esa transformación se desarrolle íntimamente, profundamente, en cada
uno de los corazones sacerdotales para que tenga su consumación en la unidad de
la Trinidad. Quiero rehacer a muchos corazones hundidos de Mis sacerdotes;
quiero despertar a muchas almas adormecidas; quiero estremecer, hasta lo más
hondo, las fibras amorosas de los corazones sacerdotales, para que respondan a Mis
anhelos de perfeccionarlos en la unidad; quiero penetrar con Mis reclamos en
los sentimientos resfriados de muchos modos por el contacto del mundo que los
ha alejado de Mí.
Quiero
volverlos  a Mis brazos y estrecharlos contra Mi Corazón y comunicarles
fuego, luz, amor, vida! Todo esto quiero en estas confidencias secretas y de Mi
Corazón todo ternura y caridad.
Y
vendrán, repito, volverán a Mis brazos las ovejas descarriadas, las almas
criminales y perjuras apartadas de Mí. Volverán los sacrílegos arrepentidos;
vendrán a Mí los tibios e indiferentes; los ambiciosos y los avaros; los
heridos y llagados de muchos modos; los perezosos y enviciados; los impuros y
todos, todos; que a todos llamo.
Y
purificados, arrepentidos y humillados, se arrojarán a Mis pies; pero Yo los
tomaré en Mis brazos, los estrecharé contra Mi lacerado Corazón y les daré el
ósculo de paz, olvidaré su pasado y sustituiré al hombre viejo con Jesús, sumo
y eterno Sacerdote. 
¡Si Yo
sólo quiero su bien y el de las almas! ¡Si Yo sólo ansío su transformación
perfecta en Mí, porque los amo! ¡Si el amor, sólo el amor, que todo lo olvida y
todo lo perdona, es el que Me ha hecho vaciar Mi pecho en su favor!
Un nuevo
impulso de amor recibirá Mi Iglesia y el Sumo Pontífice tendrá un gran consuelo
al ver florecer con más vigor y lozanía las plantas que forman ese jardín, y se
congratulará en sus triunfos y en sus secretas victorias.
Todos Mis
sacerdotes formarán entonces con él, más que nunca, una sola alma, un solo
latido, un solo movimiento, un único Jesús con él, un solo Salvador, unificados
más intensamente con el Pontificado y prontos, como Yo, a dar la vida por las almas,
por la religión, sin cambiar jamás por jamás un ápice a su celestial 
doctrina.
No
quedará estéril, lo prometo, este impulso del cielo para Mis sacerdotes, que se
hará sentir más o menos tarde en todo el mundo; porque la unidad hace la
fuerza, y la unidad en la Trinidad hace la divina fuerza, la consumación de esa
restauración vital y santa, en la que todos Mis sacerdotes serán uno con el
Papa, uno con los Obispos, porque serán uno en Mí, Yo—con ellos y en ellos—en
la Trinidad.
Y darán
frutos de vida eterna en las almas, y darán gloria a Dios en los corazones, y
el mundo reaccionará en la verdad, y el Espíritu Santo será el motor fecundo de
esta restauración, no tan sólo de todas las cosas en Mí; sino, entre todas
ellas, la principal, el punto cardinal de todas, la transformación de los
sacerdotes en Mí.
Así la
restauración será universal, no limitada a ciertos lugares o países; sino que,
en donde esté un solo sacerdote, estaré Yo obrando, atrayendo, purificando y
santificando.
Yo, que
veo el futuro como presente, Me siento ya en posesión de almas y países,
extendiendo Mi reinado en los corazones, representado fielmente por Mis
sacerdotes, no fríos ni tibios, no solos ni aislados, sino unidos a Mí todo
luz, todo fuego, todo atractivo santo, todo virtud y amor.
Así que
no se crea que Me voy a concretar a que los sacerdotes de México se transformen
en Mí, sino los de todo el mundo, que Yo basto y sobro para miles de mundos, si
los hubiera.
Éste
mundo necesita regenerarse, espiritualizarse; pero este es el único medio para
llegar a ese fin; el de la transformación en el eterno, puro, único y santo
Sacerdote y Salvador que quiere y promete volver a la tierra en sus sacerdotes,
para hacer real y positiva esta nueva era de salvación y santificación del mundo.
El mismo
Redentor, con sus méritos infinitos e inagotables, quiere redimir; porque la
Redención no acaba en la cruz, en cierto sentido; allí adquirí los méritos,
pero sus frutos santísimos y eficacísimos durarán en la Iglesia hasta el fin de
los siglos.
Sin
embargo, esos frutos están inutilizados para muchas almas, por falta de obreros
santos en Mi viña, por falta de celo, de sacrificios, de amor a esas almas.
Pero todo
eso se remediará con los sacerdotes transformados en Mí, con Mis virtudes y Mi
santidad, con Mi Espíritu mismo, que los impulsará a más y más perfección, y
con eso, a más estrecha unión Conmigo, a la consumación de su transformación en
Mí.
La
Trinidad espera ya los santos frutos de esa unidad de los sacerdotes en Mí, que
es precisamente la transformación, porque la transformación unifica; y el fin
de todo, el secreto de Mi plan, éste es, el más alto, el más puro, el más santo
y elevado en perfección; el de la unificación, una y única, en la unidad
purísima, fecundísima y santísima, en la Trinidad.
Después de siglos y siglos que para Mí son como un día, quiero perfeccionar esto en Mi Iglesia, llevarlo a la quinta esencia de su práctica y perfección, para que le dé a esa amada Iglesia la plenitud de su florecimiento y a las almas un cauce santísimo que las unifique y que las conduzca al cielo”.
ASISTENCIA SACERDOTAL vatileaksnews@gmail.com
El MIDP certifica como auténtico
este Mensaje.

